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viernes, 14 de enero de 2011

EN LA SALA DEL BANQUETE


¡La completa revelación de amor vino cuando el Padre no podría tener gozo real hasta saber que su hijo estaba con él en la sala del banquete!

“Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor” (Cantares 2:4). La alegría del Padre no podría estar completa hasta que estuviera sentando en la casa del banquete con su hijo, y se había asegurado que el muchacho supiera que fue perdonado y su pecado limpiado. ¡Tenían que estar sentados a la mesa - festejando en el Cordero!

Si usted fuera a mirar en la ventana en ese momento, habría visto un hombre joven que simplemente había entrado en la verdadera revelación del amor de Dios: ¡estaba bailando! Había música, y estaba riendo y feliz. ¡Su padre estaba alegre por él, sonriéndole!

El no estaba bajo una nube de temor. No estaba escuchando las viejas mentiras: “¡Regresaras enseguida a esa pocilga! Eres indigno de tal amor….” No, él aceptó su perdón – y había obedecido la palabra de su padre de entrar y tomar para él todo lo que necesitaba.

Escuchó que su padre le susurraba, “Todo lo que tengo es tuyo. No hay necesidad que pases hambre de nuevo. Nunca necesitas estar solo, pobre, cortado de mi almacén.”

Amado, esta es la plenitud del amor de Dios, ¡el mismo corazón del asunto! Incluso aún en nuestros tiempos más oscuros, Dios, no sólo nos abraza y nos restaura – sino que también dice: “¡Traigan el ternero engordado, y vamos a comer y estemos alegres! ¡En mi casa de banquete, hay una fiesta de abundancia para mi amado!”

Aún hoy tenemos una mejor promesa: “Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:19-20).

Aquí está el amor de Dios para nosotros: “Te ofrezco plenitud excedida y abundante - provisión para cada crisis, gozo a lo largo de toda tu vida. ¡Puedes ir al almacén y reclamarlo todo!”

Ahora, el hijo mayor estaba afuera en el campo, trabajando duro en los negocios de su padre, cuando de repente oyó la música, la risa, y el baile. Cuándo se acercó a la casa, descubrió que era toda una fiesta para su voluntarioso hermano - ¡el que había gastado la sustancia de su padre en rameras y viviendo alborotado!

Mientras el hijo mayor miraba a través de la ventana, vio a su padre regocijándose sobre su hermano más joven, lleno de deleite. ¡No podía entender cómo su hermano, -bueno para nada- podía sentirse tan libre, feliz y bendecido en tan corto tiempo! La Escritura dice de él, “Entonces se enojó, y no quería entrar” (Lucas 15:28).

Finalmente, el padre salió y le instó que entrara. Pero el hijo mayor dijo, “He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos” (versículo 29). Él estaba diciendo, “¡Esto no es correcto! Todos estos años te he servido bien. Nunca te desobedecí en ningún momento.”

¡Oh, cuántos de nosotros podemos identificarnos con el hermano mayor! Pasamos años tratando de agradar a nuestro Señor, viviendo en la obstinada determinación de hacer siempre lo correcto. Eso ciertamente me describe - ¡porque a menudo he sido tomado afuera, mirando hacia dentro!

Veras, cuantos podrían decir: "he conocido al Señor toda mi vida. Nunca estuve en el mundo. Nunca fumé un cigarro, nunca toqué la droga, nunca viví en adulterio. Trabajé fuerte para vivir para el Señor".

Entonces, a veces, veía a un convertido venir a Jesús, uno que había vivido en pecado. Y cuando él regresó, ¡de repente estaba bailando, y regocijándose - feliz y despreocupado! Había venido a Cristo con fe sencilla, y ya no tenía ninguna culpa, condenación o memoria del pasado. ¡Todo era nuevo para él! Dios parecía estar sonriéndole.

Pero yo me sentaba atrás, pensando, “Seguro, está cantando y alabando ahora - pero ¿es realmente santo? Yo pagué un precio por mi lugar en Dios - le he servido durante 6 años. Y todavía tengo cargas y cuidados. A veces siento culpa y confusión. ¡Y aquí llega este bailando! Entra y me sobrepasa con fe sencilla en la Palabra de Dios, Señor, ¡no es correcto! ¡Él es tan libre - y mi vida es tan complicada!”



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